WAITING FOR THE THUNDER

POR: METALMAN

Los jugones de pura cepa somos una especie siempre expectante, a la espera de que algo suceda, de que un nuevo mundo se abra ante nuestros ojos y de que nos ciegue con su resplandor. El momento actual es el de la espera, pero no sabemos ni tan siquiera que esperar.

La historia del videojuego nos deja ver momentos de transición, de exploración y de estancamiento. Siempre se ha ido al ritmo de la tecnología, pero es que esta, normalmente, iba de su mano sin soltarla. Pues parece ser, y es una opinión personal, que se ha liberado...

No tengo muy claro el motivo, y es harto sencillo hacer memoria para recordar que durante los últimos 30 años el mundillo no paraba de evolucionar en una constante simbiosis entre hardware y software.

Entre una NES y una Master System existe un mundo de color, ampliado en más aspectos al convertirse en Megadrive, y potenciado aun más con el lanzamiento de SNES. Podrá parecer lógico, y hasta puede estar tan asumido que ni nos llame la atención, pero estos cambios se dieron en apenas seis años...

No es un caso aislado, y la misma trayectoria se puede aplicar entre los Spectrum, CPC, C64 y Amiga (por ejemplo), e inclusive pegando un pequeño salto podemos viajar desde las S3, Rage,  TNT o Voodoo 1 hasta las Geforce 3 o la PS2, también entre un periodo que comprende cerca de 5/6 años para cada caso.

Realizar un recorrido exhaustivo conllevaría redactar más de 100.000 palabras, y no es mi intención hablar de la historia en detalle, sino reflexionar sobre sus intenciones.

Como usuarios, creo sin duda alguna, nos encontramos en mitad de un prado, cual rebaño que pasta. Algunos disfrutan del alimento, que siempre sacia, y otros sienten la incomprensible merma de su apetito. 

También se nutren, pero le hacen más caso al cielo, expectantes por que algo suceda. Quiero pensar que esa parte del público está a la espera del trueno, de su impacto convertido en rayo y de su efecto en forma de llamas. 

El problema, tal y como yo lo veo, es que se percibe la tormenta en el cielo, pero salvando los pequeños resplandores que se observan en la lejanía de las alturas, el trueno jamás pasa de ahí.

Sí, las tormentas se dan, pero ni se agita el mar ni se siente distinción alguna cuando llegan. 

Por un lado, sigo pensando que el mundillo más comercial está falto de auténticos genios que miren más allá y que hagan reventar las nubes. Por otro, las empresas de hardware viven en un momento que se está prolongando excesivamente, y siguen a la caza del público mayoritario, sin dar grandes saltos para no asustarlo.

El ejemplo que mejor define estás políticas es el de la pasada presentación de Xbox One: No importó apenas su contenido principal, y se ensambló y diseñó con la televisión y los artificios en mente. 

¿A quien está mirando la industria? Hace no demasiados años era sencillo responder: A los jugones, que no eran más que esos tipos "poco sociables" que preferían tomar como afición el espectáculo binario antes que el fútbol y demás prácticas de masas (ojo, que no son incompatibles, es tan solo una forma de hablar).

Hoy en día el videojuego parece querer complacer a los cinéfilos, a los lectores, a los deportistas y así hasta llegar a cualquiera que lo tenga como un pasatiempo secundario y no como una prioridad.

No es malo, pues tarde o temprano estos "nuevos" usuarios demandarán más, y querrán también una distinción tangible, pero el problema es que ellos están viviendo un contacto que otros ya tomamos hace más de 20 años.  

¿Por qué la octava generación apenas dista de lo mostrado en la séptima? Porque ninguna empresa ha querido lanzar un hardware de 600€...sí, sí, es cierto que vivimos en un periodo de crisis, pero al que le gusta esto le da lo mismo ahorrar dos meses más para llegar a esa cantidad (el que no puede, no lo hará ni por 400 ni por 600), y el problema es que ese precio define hasta donde querían llegar las desarrolladoras de hardware.

Querían llegar hasta cualquiera, y nadie que juegue "a ratos" estaría dispuesto a pagar más de esos 399€ (y Xbox One lo ha vuelto a demostrar). No es una crítica, es una realidad: Este mundillo no avanza porque está volviendo a unos inicios (más sofisticados) capaces de crear más público.

No hacen falta esos visionarios que antes nombraba (demasiado complejos), y tampoco es necesario crear algo nunca visto...para una audiencia que no ha visto nada.

Así pues, no hace falta invertir en un hardware verdaderamente asombroso (llevamos ya casi 10 años refinando lo mismo, una y otra vez [Ejemplo: contrastar el salto dado entre Quake III y Doom III, y luego comparad a este último contra Rage...la tecnología no ha evolucionado lo suficiente como para volver a asombrar en esos niveles]), ni tampoco se necesita de ideas nunca vistas, ya que la mayoría no las comprendería.

Se habla de poca distinción, de juegos más simples (esto a veces es una virtud) y de productos más sencillos, y es una realidad.

Insisto en que no es una crítica en busca del desprestigio, sino la descripción de un momento real. Uno en el que los que llevamos ya camino andado estamos algo aburridos y realmente deseosos por ver ese maldito trueno que nunca se da.

Nos toca esperar, y hemos de sumar un tiempo importante a la ya excesiva séptima generación (que todavía no se va, y regresa constantemente en forma de videojuegos intergeneracionales que, al final, poco se van a distanciar).

Estoy plenamente convencido de que muchos usuarios sienten esa sensación de continuidad y falta de asombro que no para de prolongarse, y que empieza a cansar, lo que tampoco entra en conflicto con encontrar grandes juegos (a los que perece faltarles siempre algo...). 

Cuando no quepa nadie más dentro del rebaño será entonces, y solo entonces, cuando dejemos de esperar al trueno (y queda bastante, por desgracia).